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“LOS SELLOS VEN UN BUEN FILON EN EL TANGO ELECTRONICO” |
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Noticias
del Día Revista Ahora
Autor: Redacción |
Fecha de Publicación: 14/06/2004
20:09 |
Grabó su segundo CD, “Narcotango”, en forma
independiente. Este es el estilo de trabajo de Carlos Libedinsky,
quien valoriza el fenómeno de este movimiento musical, “que nace a
las cuatro, cinco de la mañana, cuando los cuerpos están exhaustos”.
Asegura que “el siglo XXI suena así y hay que saber cómo mezclar
instrumentos acústicos con la tecnología”. Reinvindica a Massive
Attack y admira a Osvaldo Pugliese: “Fue el artista más coherente de
todos”. |
Carlos Libedinsky
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Vaya a saber cuál fue la musa para que este porteño, arreglador,
productor, profesor y también bailarín transcribiera la danza
pasional y nostálgica del tango en su lacerante y bohemio
“Narcotango”, flamante CD que desconcierta la monotonía de las
milongas. Un año y medio se tomó para realizarlo. En el Baires de
hoy, el estilo de Carlos Libedinsky se asoma como una radiografía de
la ciudad doliente y exhausta, atizada por una garra luchadora de
épocas mejores. Nacido en Villa Crespo, de 42 años, sin hijos, y de
novio con Rosana, cantante que surge en el compacto, dirige desde
hace casi veinte años su escuela de música Tademus, en Belgrano, a
la par que espera su viaje al Festival de Tango de Islandia en
agosto próximo. Allí no habrá tanta objeción a su mezcla de sonido
electrónico y bandoneón tanguero como puede sentirse “En la tropilla
de la zurda”, la guitarra tersa de “Otra luna”, o la variación sobre
“Mi Buenos Aires querido”. Irrefutable, es un sonido 2004…
–¿De dónde surge tu necesidad de mezclar ritmos ciudadanos
con la electrónica? –Viene de mi experiencia como bailarín
vocacional de tango. Frecuento desde hace cinco años milongas como
La Catedral, Salón Canning y La Glorieta de Barrancas de Belgrano. Y
de pronto me surgieron ganas de bailar –además de los clásicos–
otros temas que estuvieran más ligados a mi época, sin perder ese
sentimiento porteño y argentino. Sonoramente todo me remitía al
pasado. –¿Entonces? –Hoy mi cotidiano tiene que ver con el
tango y ritmos que vienen de Massive Attack, una música electrónica
que impacta en los centros bajos, tan erótica como el género
ciudadano. Lo mío es música de Buenos Aires gestada en el corazón de
la milonga, ésa de las 4, 5 de la mañana cuando los cuerpos están
exhaustos y las cosas se tornan medio oníricas. Ahí todo se hace más
íntimo, menos expuesto para los demás. El grueso de la gente ya no
está. Se ve otra frecuencia, el nivel etílico sube a veces y hay
menos show off, más encuentro. –¿Y qué se ve en los cuerpos de
los bailarines en esas horas? –Aparecen otros tipos de bailes.
Los viejos milongueros trabajan el abrazo cerrado, que es muy lindo,
pero también son placenteras las formas abiertas. Los cuerpos entran
en una frecuencia muy circular y hay lugar para experimentar cosas
que estarían mal vistas por los ortodoxos. Se ven figuras como las
colgadas, un balanceo de los cuerpos que va del pecho a la cadera.
También se habla de planeo, un movimiento circular giratorio
bellísimo que por momentos parece un arte marcial. –¿Qué
diferencia hay entre las milongas locales y las de afuera?
–Algunos tangueros de acá dicen que lo nuestro es una
mariconada. También lo decían de Piazzolla. Afuera hay menos
prejuicios. En enero, en Suecia y Holanda ya conocían mi disco. En
Estados Unidos, Alemania y Francia hay una fuerte comunidad tanguera
capaz de conocer antes de rechazar lo nuevo. Allí nos presentamos en
vivo y la banda tiene la parte de sampler con tracción a sangre que
la hace muy potente. –¿En la música notás el mismo nivel de
experimentación que en la danza? –No, por eso surgió mi
necesidad de incursionar en letras y conceptos contemporáneos luego
de hacer temas tradicionales con otras formaciones. En “Aldea
global” planteo situaciones cotidianas como el uso del preservativo,
las dietas, las cirugías, el cobro de tarifas públicas, esas que
dicen primero pague y reclame después. En “Narcotango” no hay letra,
pero el disco te sumerge en un universo visual, fantasioso, que va
directo a centros emotivos. El siglo XXI suena a electrónica y ello
supone manejar gran información, como mezclar instrumentos acústicos
con la tecnología. Este es un sonido que recibimos de los medios de
comunicación y de músicas diversas. –¿Aspirás a ser un artista
de catálogo? –Sí, claro, aunque es difícil saber qué pasará con
una corriente tan actual. Los momentos musicales decantan luego de
varios años, pero hay un gran alboroto con la nueva música ciudadana
con resultados más o menos felices. Además, este fenómeno viene
pegado con la cuestión comercial donde las discográficas ven un buen
filón en el tango electrónico. No sé qué haré a futuro… pero
“Narcotango” es lo que más me identifica de todo lo que he hecho
musicalmente. Acá me siento entero. –El título “Narcotango” es
muy sugestivo. ¿Cuando te sentaste a componer el disco te fumaste un
porro como los chicos de Estopa? –El porro no es un método de
trabajo para mí y tampoco estoy a favor de la destrucción de la
droga. Pero como artista, todo lo que amplíe el espectro perceptivo
sirve. También lo amplía una charla, un buen vino, un libro, una
película. –¿Cómo se dio la difusión de tu música? –A través
de la gente. Se dio solo, no tengo una discográfica detrás, ni he
hecho ningún tipo de publicidad, soy independiente. Estuve un año y
medio trabajando en “Narcotango” y a medida que terminaba los temas
se los daba a mis amigos bailarines, a gente de la milonga y a otros
que estaban en el exterior dando clases. Así se conoció antes de
salir. –¿Y qué te parece Bajofondo? –Ellos han tenido gran
difusión y a nosotros nos benefició. De paso los disqueros ofrecen
nuestra música. Para mí Bajofondo es muy light, no me conmueve,
aunque esté la voz de Adriana Varela y aparezca el Polaco Goyeneche.
Si estoy en la discoteca mientras bailo y tomo un trago lo recibo
bien, pero no me pega emotivamente. –Por último, si pudieras
compartir una madrugada con algún tanguero que ya no está, ¿a quién
elegirías? –Elegiría compartir una noche con Pugliese. Me
emociono y me conecto con él cuando bailo su música. Además, fue el
artista más coherente de todos. Unió su modo de pensar con una forma
de trabajo. Se jugó por sus ideas. Fue el único que repartía sus
ganancias por igual.
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