El galpÛn
El Dorrego, pensado para exaltar el ™ltimo grito del diseÒo, parece
hecho a medida para un evento de este talante. AquÌ y all·,
extranjeros cool y chicos de Palermo, igualmente cool, se pasean
portando en sus cuerpos uniformes de modernos. Sobre el escenario
suenan samplers y bandoneones. Al fondo, en la pista de baile que
surge en medio del p™blico, se consolida un estilo que ya se vende
en las academias como ìfree tangoî, ìneotangoî o ìtango XXIî. AquÌ
est·n, Èstos son, los representantes de eso que la vor·gine de la
industria cultural ya clasificÛ en la sub-batea de tango
electrÛnico. El Festival de Tango reuniÛ el miÈrcoles por la noche a
San Telmo Lounge, Tanghe- tto y Narcotango, tres propuestas con
distintos estilos y despareja calidad dentro del electro-tango.
Sonidos que calzan justo en estos Nuevos Buenos Aires que abren sus
corazones al turismo y le ofrecen lo m·s profundo: tango, tango,
tango. Inaugura la noche San Telmo Lounge, un grupo que lleva
dos discos editados (McDougall Tango y Madrugada en Backelonia,
ambos por Epsa) y va consolidando un estilo interesante. El grupo
viene de Rosario y al frente est·n MartÌn Delgado, Juan Manuel
Aguirre y Pablo Gait·n. Llega el tercer tema, una versiÛn de Biyuya,
de Astor Piazzolla, y se larga la pista de baile, un poco m·s atr·s
de los que escuchan parados. Una gran cuota de improvisaciÛn domina
a estas parejas que se las ingenian para seguir compases truncos y
repeticiones de scratchs. Un tipo de improvisaciÛn distinta a la
habitual, por fuera de los esquemas previos de la danza. Pero, aun
con tanta experimentaciÛn, no puede decirse que esta gente no estÈ
bailando tango, guiada por el hechizo pasional de la danza del
tango. A los costados del escenario hay dos tribunas llenas de gente
que prefiere seguir el espect·culo cÛmodamente sentada. Un nÛrdico
entabla conversaciÛn con tres chicas que chapucean chochas en
inglÈs. Las chicas lanzan risitas nerviosas mientras cuentan que les
gusta la milonga, very much, y el tango electrÛnico suena como la
banda de sonido perfecta para la escena. Los temas de Tanghetto van
pasando y al final parece que el nÛrdico se queda con la rubiecita,
they match so much. En el gigantesco galpÛn hay lugar para una
exposiciÛn de fotos sobre milongas, surgidas de un concurso, para
una muestra del fileteador Martiniano Arce y para una cantidad de
stands ìde diseÒo tangueroî. En los stands, el gÈnero se
diversifica. Hay zapatos para tango, sombreros para tango,
delantales de cocina con motivos de tango, cadenitas con parejas
bailando tango, remeras con estampas de tango, posters de tango,
agendas de tango, naipes de tango, ta-te-tis de tango, toons de
tango, °s·banas de tango!, y tambiÈn discos de tango. Todo muy
moderno y sobrio, sin la brillantina grasa de cierto target tanguero
for export. El mercado se segmenta a medida que se amplÌa, reacomoda
las estanterÌas y da la bienvenida a las nuevas camadas. El circuito
se expande y los extranjeros conocen los must del nuevo tango
fashion mejor que nadie, las Lonely Planet siempre est·n
actualizadas. Mientras tanto, en el escenario, sucede la m™sica.
San Telmo Lounge muestra una propuesta que suena bien, hasta con
ciertos aires de jazz. Le sigue Tanghetto, con su ™ltimo disco
Emigrantes (nominado al Grammy latino el aÒo pasado) y su proyecto
Hybrid Tango. El grupo suma bandoneÛn, guitarra, baterÌa,
violoncello, teclados y sintetizadores, y en lo que hace se escucha
m·s yeite de frase tanguera conocida que alg™n concepto musical
unificador. El ambiente se calienta con Narcotango. Presentado como
ìel grupo de tango m·s bailado en las milongas de Buenos Airesî, el
grupo comandado por Carlos Libedinsky trae bastante m·s que scratchs
y loops acomodados de manera ingeniosa. La percusiÛn est· en primer
plano y hay candombe, salsa y samba entre el tango y la electrÛnica.
ìNarcotango es un abrazo profundo entre el tango y la atmÛsfera
musical electrÛnica de nuestro tiempoî, se presentan desde su p·gina
web. Si hasta no hace tanto ese abrazo parecÌa imposible, Libedinsky
y compaÒÌa lo vuelven placentero. Entre el p™blico, una chica salta
y baila como si estuviera en la pista de Pach·. Ella baila sola. El
resto improvisa con m·s cÛdigos tangueros que electrÛnicos. Una
chica de cola de caballo larguÌsima y un chico con cuerpo marcado
bailan y se miran como si no existiera nada m·s en el mundo. Tras
ellos, Gardel se funde en las pantallas gigantes con loops de
computadora. La cronista tiene que aceptar que a pesar de su
prejuicio contra tanto Palermo spirit est· asistiendo a un fenÛmeno
que seguramente se ir· enriqueciendo con el tiempo y la
experimentaciÛn. La medianoche cae sobre Buenos Aires y es hora de
seguir la milonga en alg™n restaurante Ètnico cercano.
|