‘La milonga es la adicción de mi vida’
6/12/2006

Foto: EL COMERCIO

Diego Cazar para El Comercio

La milonga es un ritmo que tuvo su origen en los puertos del Río de la Plata y en sus alrededores, a finales del siglo XIX. Lleva en su sangre el candombe africano. La receta se complementa con ciertos ritmos indígenas y otros que fueron traídos a América por los primeros colonizadores europeos. La cereza del pastel es la habanera, uno de los ritmos característicos de Cuba. Es precisamente del vientre de la milonga que nació el tango.

Carlos Libedinsky es uno de los principales músicos argentinos, y uno de los responsables de que el tango tradicional y popularcuente  hoy un aire contemporáneo, con  ‘loops’ y ‘samplers’, sin letras, pero con la adicción incontrolable a bailarlo, quizás hasta mirar el amanecer.

Fundó Narcotango, hace casi tres años, editó dos CD de forma independiente (Narcotango 1 y Narcotango 2) y se valió de la difusión que tuvo Bajo Fondo alrededor del mundo, y del gran reconocimiento que logró Gotan Project, sobre todo en Europa, para dar a conocer sus trabajos ‘casi artesanales’.

Mi pasión
“Soy un adicto al baile. Me apasiona bailar tango pero no soy un bailarín. Soy un músico que disfruta bailar.”

 Mi credo
“Creo que la palabra está sobrevalorada, hay otras formas de expresión  que  son las que me gusta usar”

 Mi lugar
“La milonga,  donde el baile se vuelve narcótico, ahí conviven todas las generaciones en torno al tango”

 Mi tesis
“Vivir cerca de todo lo que me da placer. Estar abierto y muy curioso a todo lo que anda rondando por ahí.”

Su vida en 15 líneas
Nació en Buenos Aires, Argentina, en 1961. Fue alumno de maestros de la talla de Sergio Hualpa, Silvia Malbrán, Angel Girollet. Formado en el rock, compuso la música de varios espectáculos para teatro y clown. Integró numerosas  agrupaciones musicales  y como docente enseña guitarra, Audioperceptiva y coro, en  Tademus (Taller de Formación y Práctica Musical) proyecto que creó en el barrio bonaerense Belgrano.

Multifacético desde los 18 años: guitarrista, cantante, compositor y arreglista,  director de coros y compositor, Libedinsky empieza por aclarar que las milongas son también los sitios tradicionales donde se baila el tango. Otra forma de ser hasta hoy su vientre materno.

¿Usted profanó el tango?

No, Piazzola lo profanó. Él fue el primero.

¿Usted cree ser el segundo profanador? ¿Un segundo Piazzolla?

No, de ninguna manera. Piazzolla era un genio, yo soy una persona normal. Pero de algún modo la música que estamos haciendo genera algo. Estamos en una etapa mucho más benigna que la que vivió Piazzola en relación al tango. Hay mucha gente que aceptó de entrada nuestra música tanto fuera como dentro del ámbito del tango. Es un tiempo en el cual el tango volvió a instalarse en la gente joven, entonces en él conviven todas las generaciones, lo cual es una maravilla: vos vas a un salón de tango o milonga a bailar y podés tener amigos de sesenta años con quienes compartís un vino, una mesa... es un lugar superdemocrático.

¿Es usted local o global?

Somos globales por el uso de la tecnología, pero mantenemos elementos locales porque la identidad del tango está ahí; Narcotango es de las propuestas de tango electrónico que más conserva el color tradicional, aunque no lo sea en esencia.
¿No se ha convertido en un terapeuta que busca anular la nostalgia del tango tradicional dándole un poco más de ligereza y vitalidad?

Un terapeuta (risas), es divertido tu comentario... Me parece que el advenimiento de la electrónica al tango lo hizo más festivo. Si bien en el caso de Narcotango hay también ese espíritu y esa atmósfera profunda que invaden siempre al tango, me parece que sí han venido otros colores, otras formas de vivirlo y dentro de eso hay un espíritu más festivo.

¿Si el tango es narcótico, usted es un adicto?

Sí, yo soy un adicto, sin duda.

¿Y busca volver adicto a su público?

Sí, y eso está bueno.

Es su mala influencia.

Seguro, y me lo vienen diciendo.

¿Cómo siente a sus distintos públicos en los lugares donde ha presentado Narcotango?

Estoy en la etapa de la sorpresa porque todo esto es muy reciente: hace dos años y medio salió el primer disco, y, si bien empezamos a tocar en Buenos Aires y a viajar desde ese momento mucho alrededor del mundo, todavía esto es muy sorprendente, lo cual me parece que es y será la etapa más hermosa del proyecto.

¿No le tiene miedo a perder, con el tiempo y el crecimiento de su fama, esa capacidad de sensibilizarse ante las experiencias que está viviendo como músico?

Trato de vivir muy cercano a las cosas que me dan placer y a las que me gusta hacer. Pero, Narcotango no es un trabajo con el que tenga que ser consecuente. El día que yo sienta que no vibro más, estaré buscando otras cosas, seguramente un desarrollo de esto... Narcotango es el proyecto más trascendente y de más impacto, y lo maravilloso es que es lo que más me identifica de todos los proyectos musicales que hice.

¿Quién es primero: Gotan Project, Bajo Fondo, Narcotango...?

Sin duda Gotan abrió las puertas al tango electrónico, pero más en Europa. La difusión que tuvo Bajo Fondo nos ayudó mucho.

Si pudiera tener entre sus músicos a Piazzolla, a Pugliese o a Carlos Gardel, ¿a quién preferiría?

A Pugliese, porque su música es la que más me conmueve, y por el personaje, lo que  él representaba en relación con su ideología; por su forma de encarar la vida y de llevar sus orquestas, por el trato que tenía con sus músicos. Además yo me enamoré del baile de tango con la música de Pugliese.

¿Tiene esa misma relación natural con su público?

Yo no tuve la posibilidad de ver a Pugliese en vivo porque cuando él vivía yo me movía por otras músicas, no estaba vinculado al tango sino tan solo como porteño y como hijo de un tanguero, pero yo quería ser diferente a él.

¿Cuándo nació su vínculo con el tango?

Es como se dice mucho allá: el tango te pega después de los treinta, aunque ahora ya no es así porque casi todos los padres de los jóvenes son roqueros o vivieron en el rock, ellos no quieren ser igual que sus padres, entonces la generación de veinte años se acercó al tango básicamente por el baile, y creo que el tango electrónico hizo mucho más corta esa distancia.

¿Por qué prescindir de las letras en sus composiciones?

Por un lado, es la etapa creativa de ahora, como que la sensibilidad de este momento no tira hacia las letras. Por otro lado, me encanta el uso de la voz de manera instrumental.  Es muy poco utilizada la voz tan solo para cantar...

¿Trata de quitar o reemplazar el valor de la palabra?

Creo que la palabra está sobrevalorada como forma de expresión. Hay muchas otras formas de comunicar cosas que no son ni la televisión ni la palabra, entonces me gusta que la comunicación sea la música y todo lo que pasa en el escenario.

¿Nuevos lenguajes?

Es muy poco frecuente que la música instrumental, a esta altura del siglo, tenga una convocatoria grande. En general los recitales giran en torno a un cantante, por las cosas que dice y por el ícono al que representa; ese cantante es un 'sex symbol' en torno al cual se da la identificación.  Nuestros recitales no tienen nada de eso.

Somos músicos tocando y cantando con una propuesta estética, con un fuerte contenido local y a la vez universalizado a través del uso de la electrónica y de un tango no tradicional.

¿Puede su propuesta llamarse tango?

Es una propuesta contemporánea de gente y artistas que vivimos en Buenos Aires y que sentimos el tango de esta manera. Si esto se llama tango o no, no lo sé ni lo sabremos hasta dentro de algunos años. Vamos a ver con el paso de los años qué lugar ocupa en la historia de nuestra música.

¿Tampoco eso le importa mucho ahora?

Ahora me importa un poco más. Al empezar no era mi preocupación, para mí debía ser la preocupación de otros más estudiosos o de quienes se sientan ofendidos con que le llamemos tango, y eso es natural. Es una cuestión dialéctica. Cuando hay algo que se está renovando o cuando hay nuevas propuestas se da el enfrentamiento de los opuestos.

¿Hablamos de Carlos Libedinsky y sus músicos, o de Narcotango?

Narcotango fue el nombre del disco y es tan fuerte que es más conocido que Carlos Libedinsky, y es más conocida la música que nosotros los músicos; me gusta que sea así, me da mucha tranquilidad que la obra sea mucho más importante que las personas.

¿También lee en sus públicos nuevos lenguajes?

En cada lugar es muy diferente. Mirá, en los dos conciertos en Quito tuvimos dos públicos bastante diferentes. En un recital, el artista y el público son parte del espectáculo.

Sin embargo, la palabra está en los nombres de sus temas: El aire en mis manos, Tres son multitud...

Eso es cierto porque a los temas hay que nombrarlos.

Pero podría enumerarlos.

Sí, pero cada música tiene que ver con una experiencia personal emotiva, y muchas veces sucede que primero viene la música y después aparece el nombre de la música.

¿Tiene usted una idea de adónde llegará Narcotango en un futuro inmediato?

No. La verdad es que no lo sé y me gusta mucho no saberlo. Me gusta no tener previstas muchas cosas porque me gusta sorprenderme...

¿Las bandas sonoras quedaron para el olvido?

Por el momento sí, pero el hecho de haber trabajado tanto en teatro me ha dado la sensación de poder pensar la milonga, el salón de baile, como un escenario, y de alguna forma, para mí Narcotango es la banda sonora que yo le puse a la milonga. Entonces es también una banda sonora.

¿La milonga es la locación de su vida?

Exactamente.

¿Y la banda sonora es Narcotango?

En este momento lo es.

¿Se imagina una banda sonora póstuma?

No, ¡por favor!


Derechos reservados ® 2000-2006 C.A. EL COMERCIO
Prohibida la reproduccisn total o parcial de este contenido sin autorización de Diario El Comercio