Redacción Cultura
Las palabras quedaron
sobrando. La noche del viernes, en el Teatro Bolívar,
los instrumentos de la banda argentina Narcotango tuvieron voz
propia. Bandoneón, violín, guitarra, batería y teclados
cautivaron a 800 asistentes.
La banda
compuesta por Pablo Azares (violín), Lautaro Díaz
(bajo), Fernando del Castillo (batería), Patricio Bonfiglio
(bandoneón), Sebastián Monk (teclados) y Rosana Laudani (voz)
visitó por primera vez la capital, “y estamos encantados de
estar acá”, dijo Carlos Libenski, director del grupo.
Durante dos horas, los músicos compartieron
composiciones de su reciente producción Narcotango 2, que
salió al mercado hace un mes. El espíritu de
las nuevas milongas tangueras se impregnó en temas como Mi
Buenos Aires querido y El aire en mis manos.
Dos
estilos marcaron el ‘show’. Las mezclas de los sonidos
porteños con los electrónicos; especialmente del trip- hop
y los sensuales movimientos de los bailarines de la
agrupación (Martín, Carolina y Mario Rizo, este último
mezcla en escena hip-hop, breakdance y tango). El
espectáculo tuvo de todo: acrobacia aérea e
improvisación.
Dalia Cornerio
presentó un ‘show’ de danza aérea.
Libedinsky (compositor, guitarrista y programador)
puso todo en el asador. “Nos gusta rescatar el
espíritu de la milonga, un baile de improvisación. No me
preocupa defender el tango. Ellos pierden, porque
no permiten que nada cambie”, enfatizó.
Al ritmo
de “tres, dos y va...” llegaron temas como Otra luna, Tres son
multitud, Qué hondo...
De pie, así
transcurrieron los 20 minutos finales del concierto. El
público quiteño no los dejó ir. En dos
ocasiones les tocó subir al escenario. Lo hicieron
bailando.