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Publicado en la ed. impresa: Espectáculos
Sábado 23 de setiembre de 2006

Tangos en otros contextos

Federico Mizrahi y Carlos Libedinsky, con nuevos álbumes

La última semana se publicaron dos discos que no son para tangueros ortodoxos, aunque podrían ser tenidos en cuenta por los que buscan nuevas formas musicales.

Hay quienes toman estas corrientes como subgéneros de la música electrónica; hay otros que hablan de una variante del tango que se baila en unas cuantas milongas. Lo cierto es que las bateas no se limitan a los álbumes de Bajofondo Tangoclub y Gotan Project.

Narcotango 2 es el nuevo disco del grupo que comanda Carlos Libedinsky. Con su trabajo anterior se acercó bastante al ambiente milonguero, quizás por eso la danza haya sido tenida muy en cuenta para esta segunda producción discográfica. Libedinsky, que hace tiempo trabajaba con formaciones demasiado acústicas para ser consideradas electrónicas, entra a esta música a través de algunos formatos tímbricos y compositivos (más allá del porcentaje de electricidad que utilizara en sus interpretaciones).

Ahora su propuesta parece sonar con más máquinas, como si buscara un "ambient tanguero". Entre nostálgicos y oscuros son los climas que propone en varias piezas ("Esa" y "Dos", por ejemplo), creadas a base de loops y algunos motivos melódicos. En cambio, hay otras más cercanas al dance ("Rescate" y "Tres son multitud"), o las de aires melancólicos, a modo de lentas milongas ("El aire en mis manos" y "Esta noche"), con toques de habanera ("El día después") o con finales de murga y candombe ("Gente que sí").

Sudestada es una producción de Federico Mizrahi, con la participación de Pablo Vita y Frank Cafici, en programaciones, y los cantantes invitados Susana Rinaldi, Chino Laborde, Alfredo Piro, Guillermo Fernández, Ligia Piro, Karina Beorlegui y Fernando Rabih.

El material no está definido como electrónico, sino como tango lounge. Tal vez, la principal diferencia es que el productor no se dedicó a samplear fragmentos de voces (como hace la mayoría que trabaja con ese subgénero). En general, preparó versiones a partir de las melodías y de las letras (de ahí, la cantidad de cantantes).

Quizás ésa sea la primera pista para entender por qué se evita la denominación de "electrónico". En cuanto al lounge, bueno... Hay que decir que éste es un término que parece haber ampliado sus acepciones. En este caso parece corresponder a la que está ligada al chill out, como ya se ha hecho con temas de bossa nova, de rock y de pop.

Pero lo interesante de las versiones (que incluyen "El choclo", "Vida mía", "A media luz", "Malena", "Por una cabeza" y temas del director del proyecto) es que cada cantante llega a condicionar el producto final. Esto le da variedad al álbum y obliga a Mizrahi a elaborar arreglos con el cuidado puesto en el detalle mínimo, aunque el resultado final sea bastante desparejo. Si bien es cierto que la mayoría de las veces suenan baterías programadas y acordes light por encima, muy distinta fue la manera de vestir la voz de Ligia Piro (con elementos del jazz), la de Susana Rinaldi, la de Guillermo Fernández o la de Chino Laborde, que pone a trabajar al actor, a la par del cantor.

Mauro Apicella

Link corto: http://www.lanacion.com.ar/842734
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Fotos

Libedinsky (adelante) y los músicos de sus Narcotangos