La última semana se publicaron dos discos que no son para tangueros
ortodoxos, aunque podrían ser tenidos en cuenta por los que buscan nuevas formas
musicales.
Hay quienes toman estas corrientes como subgéneros de la
música electrónica; hay otros que hablan de una variante del tango que se baila
en unas cuantas milongas. Lo cierto es que las bateas no se limitan a los
álbumes de Bajofondo Tangoclub y Gotan Project.
Narcotango 2 es
el nuevo disco del grupo que comanda Carlos Libedinsky. Con su trabajo anterior
se acercó bastante al ambiente milonguero, quizás por eso la danza haya sido
tenida muy en cuenta para esta segunda producción discográfica. Libedinsky, que
hace tiempo trabajaba con formaciones demasiado acústicas para ser consideradas
electrónicas, entra a esta música a través de algunos formatos tímbricos y
compositivos (más allá del porcentaje de electricidad que utilizara en sus
interpretaciones).
Ahora su propuesta parece sonar con más máquinas,
como si buscara un "ambient tanguero". Entre nostálgicos y oscuros son los
climas que propone en varias piezas ("Esa" y "Dos", por ejemplo), creadas a base
de loops y algunos motivos melódicos. En cambio, hay otras más cercanas al dance
("Rescate" y "Tres son multitud"), o las de aires melancólicos, a modo de lentas
milongas ("El aire en mis manos" y "Esta noche"), con toques de habanera ("El
día después") o con finales de murga y candombe ("Gente que sí").
Sudestada es una producción de Federico Mizrahi, con la
participación de Pablo Vita y Frank Cafici, en programaciones, y los cantantes
invitados Susana Rinaldi, Chino Laborde, Alfredo Piro, Guillermo Fernández,
Ligia Piro, Karina Beorlegui y Fernando Rabih.
El material no está
definido como electrónico, sino como tango lounge. Tal vez, la principal
diferencia es que el productor no se dedicó a samplear fragmentos de voces (como
hace la mayoría que trabaja con ese subgénero). En general, preparó versiones a
partir de las melodías y de las letras (de ahí, la cantidad de cantantes).
Quizás ésa sea la primera pista para entender por qué se evita la
denominación de "electrónico". En cuanto al lounge, bueno... Hay que
decir que éste es un término que parece haber ampliado sus acepciones. En este
caso parece corresponder a la que está ligada al chill out, como ya se ha
hecho con temas de bossa nova, de rock y de pop.
Pero lo interesante de
las versiones (que incluyen "El choclo", "Vida mía", "A media luz", "Malena",
"Por una cabeza" y temas del director del proyecto) es que cada cantante llega a
condicionar el producto final. Esto le da variedad al álbum y obliga a Mizrahi a
elaborar arreglos con el cuidado puesto en el detalle mínimo, aunque el
resultado final sea bastante desparejo. Si bien es cierto que la mayoría de las
veces suenan baterías programadas y acordes light por encima, muy
distinta fue la manera de vestir la voz de Ligia Piro (con elementos del jazz),
la de Susana Rinaldi, la de Guillermo Fernández o la de Chino Laborde, que pone
a trabajar al actor, a la par del cantor.
Mauro Apicella