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CULTURA cultura@elcomercio.com
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Tiempo de lectura: 2'16"
La música de Narcotango surtió efecto en la capital

Redacción Cultura

Alrededor de las 22:00, la gente salía emocionada del Teatro Bolívar en el Centro de Quito. Algunos todavía tarareaban una melodía, otros, un poco más audaces, todavía dibujaban, con un inquieto trazo, algunos pasos  sobre los adoquines de la calle Chile.

¿La razón? Un excelente concierto que estremeció a quienes asistieron al teatro a ver a la agrupación argentina Narcotango.

Desde el inicio se sintió la intensa energía que caracteriza la poderosa  música del grupo. Mario Rizzo, bailarín, sintetizó con los movimientos de su cuerpo el concepto musical de la banda.

Mientras el  bandoneón de Matías Rubino sobresalía del ambiente electrónico de los teclados de Sebastián Monk, Rizzo daba vueltas y sus pies parecían despegar del suelo. Bailaba solo, pero al mismo tiempo parecía estar acompañado, ya que abrazaba el aire y compartía su espacio etéreo con alguien... quizás con la mujer a quien pertenecían los labios que se proyectaban en la pantalla del fondo. Con excelente expresión corporal, Rizzo combinó en su cuerpo la tradición del tango y la modernidad de la electrónica.

Los cinco músicos sobre el escenario sonaron precisos y sedujeron al público con melodías a veces un tanto más clásicas, bordeando la nostalgia porteña. En otras ocasiones sonaron más intensos, más cercanos al riguroso  ímpetu de la actualidad.

Luego,  una pareja de baile se adueñó del escenario, realizando pasos de baile  que parecían imposibles, donde la chica parecía que llegaba a volar alrededor de él.

La voz de Rosana Laudani brilló con luz propia en varios temas acompañando con solos a los demás instrumentos de la banda dirigida por Carlos Libedinsky.

También el espectáculo presentó una serie de artes circenses. Una luz redonda y dirigida iluminaba a una maravillosa artista que hacía acrobacias aéreas al ritmo de la música. Su sombra, sobre la pared, repetía los gestos exactos del cuerpo de la artista.

Al final, la gente aplaudió de pie emocionada. La música de Narcotango  logró seducir al público quiteño con una mezcla, cada vez más habitual y cercana, que fusiona los sonidos clásicos del tango con los  generados por sintetizadores, samplers y computadoras.

 
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