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Café Musik - Imaginación AtrapadaMusik Atrapada |
Como lágrimas en la lluvia, estas palabras están destinadas a perderse entre otras miles. Un grano de arena que se escurre. A veces más inspiradas, a veces menos, esos serán nuestros garabatos en este lugar que no es. BuscarArchivo
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El
tango es una marca porteña, resultado de una hibridación cultural, como
todo lo que hemos producido. El porteño, como el rosarino, el cordobés
y tantos otros, es en sí mismo la consecuencia del pastiche genético de
la inmigración. El tango, primero marginal, música de lo prohibido,
posteriormente apropiado y fashion… No puedo pasar por tanguero, no
obstante lo cual siento el tango como algo que definitivamente puedo
identificar con Buenos Aires. Es el Blues local, el de los amores
perdidos o las mujeres fatales que asesinan corazones, pero también es
el sarcasmo ante un mundo patas para arriba o la música entre salvaje,
melancólica, sensual y oscura, de una ciudad que sólo fue por unos
minutos y vive en la añoranza.
La posmodernidad demostró que la linealidad pretendida por la modernidad era una falacia. Viviendo en tiempos posmodernos, las cronologías se entrelazan y momentos históricos anacrónicos se permiten convivir; en otras palabras, todo vuelve y se recicla, nunca igual, pero muchas veces parecido.
“A las tres de la mañana cuatro fantasmas
cumplen su cita de honor con el milico que los mató.
Por eso que en el principio de su garganta se atora un grito de horror,
y no merece ni compasión.
La sangre de las raíces se ha coagulado, el agua de los floreros ya se secó.
La época de cometas se ha terminado, un vasto y oscuro páramo nos tapó.”
“Llámame Chamamé”, La Chicana, Acho Estol
Mi Buenos Aires está hecha en gama de grises en la cual se filtran colores, entintados sobre la trama monocroma. Ciudad más Piazzolla que Gardel, más híbrido agresivo y misterioso que meloso. Ciudad donde los calefones que viven al lado de las biblias de Discépolo emiten sonido metálico ritmado. En la posmodernidad, todo es puesta en escena, lo electrónico se convierte en instrumento a través de la simulación de ser otro, se vuelve real como puesta ficcional de algo que no está ahí. Lo digital encuentra su propio camino, su propia seducción. Ante tanto avance tecnológico, de todos modos retornan los ritmos primales de tambores que suenan desde el fondo y marcan el camino.
Me gusta “La Chicana”, por sus letras y la voz de maleva de Dolores Solá, pero encuentro mi ciudad en los sonidos de Bajofondo Tango Club y Narcotango o Tango Crash (aunque sólo escuche algunas muestras), y, en menor medida, de Gotan Project (el padre fundador) y San Telmo Lounge (algo irónico, nombre del barrio tanguero por antonomasia, siendo una de las versiones más dance de los grupos de fusión).
“Me quedó una foto oscura de tu cara clara,
y la huella de tus pasos en la almohada.
El lazarillo me liberó, es un fetiche que ya me robó el pasado.
Y el pasado no lo entiendo, dónde está?
Está escondido en fotos viejas? dónde está?
En el pasado todo el tiempo dura igual,
un mal segundo es una década normal.”
“Ayer hoy era mañana”, La Chicana, Acho Estol
A veces me pregunto por qué vuelve el tango en sus diversas formas. Supongo que tiene siempre algo de moda, algo de retorno. El tango ya lo había sido en las décadas anteriores en su versión exótica para turistas (el Festival de Tango es una de las marcas de exportación de Buenos Aires y una de las fuentes de turismo importantes que tiene la ciudad) y para extranjeros en general (nada más recordar, entre otras, la escena de Al Pacino bailando con Gabrielle Anwar en “Perfume de Mujer”). Coincide también con un regreso a lo folklórico que había iniciado para la masividad el poncho de la Sole, y a lo local en general a partir de la crisis del 2000 en adelante (con cacerolazos incluidos… ¿se acuerdan de las asambleas y del “que se vayan todos”? ¿del club del trueque y de los lecops y los patacones?).
Pero, supongo también, debe haber algo más. Hay algo de trágico y sexual en la historia del tango, en su música y sus letras, en sus historias y sus figuras; está plagada de estrellas fugaces que terminan estroladas, de perdedores y cornudos, de orgullos y batallas perdidas pero igual peleadas. Cada lugar tiene su historia, la de Buenos Aires viene por ahí. En los bosques de Palermo, donde jóvenes cuerpos (y otros que ya no son jóvenes) trotan y se toman el pulso, solían enterrarse cadáveres de enfrentamientos entre malevos (luego, con el lago, se arrojaban al lago – más práctico, ¿vió?). Bordavere murió asesinado en el Senado de la Nación por una bala que no iba dirigida a él. El mito de Ada Falcón mismo posee todos los ingredientes juntos. También está la desocupación, los colectivos, la gente que camina pisando gente. Hay un impulso extraño en el porteño hacia lo oscuro… su historia está llena de fiesta, pero también de sangre, tragedia. Buenos Aires es esa mujer de la cual deberíamos alejarnos, pero que no podemos hacerlo.
“Son estos los reflejos
de la ciudad lúgubre
que me llegan acá, a este…
este es el mundo lustrado
Noche oscura
letra torcida
ciudad sorda
charco…”
“Desintegrados”, Tango Crash, Nicolás Nóbili
El
sonido de Bajofondo pareciera ser de un azul profundo, es la mujer que
camina y se muestra. El maquillaje sonoro de sus temas son sus pasos en
un boliche o por una calle nocturna a la luz de un farol, piernas
perfectas, ojos que atraviesan, que miran sin ver. En el disco
presentación del grupo, Adriana Varela era la voz de esa mujer (medio
remixada en el segundo). Tema tras tema, en los dos discos, se pasea,
mueve las caderas, se vuelve sombra y se disuelve contra vidrios y
paredes. Baila y ataca como un bandoneón, pero siempre desaparece al
final. Bajofondo es la ilusión de la mujer, es el escote que guía la
mirada, la espalda de un vestido imposible, de una pierna a través de
un tajo larguísimo. Y el río, porque no es una melancolía de mar,
amplia, estóica, sino de río, de corrientes tramposas y aguas
revueltas… sobre todo en “Supervielle”, que ondula, se dobla, vuelve, y
adopta otros sonidos… la milonga se cruza con el relato añejo de Victor
Hugo y a un rap algo desubicado le sigue un violín nostálgico… aquel
híbrido cultural que llegara de Europa hace más de un siglo y se fuera
volviendo propio retorna a esas raíces, las de andrógino musical,
mezclando texturas… son las curvas desnudas seguidas por un dedo
travieso en una mañana húmeda, una ventana abierta, el portero
baldeando la vereda, mientras cruzan los coches… una radio que suena de
fondo, candombe, y giro el dial, zapping sonoro… natural y sintético…
es y no es, es uno y son muchos
Narcotango,
en cambio, es el sueño, es la pared donde desaparece la seductora,
donde se vuelve la mirada y sólo quedan los pasos caminando, taconeando
sin dejar huella. Es un charco estallado por un colectivo impune.
“Narcotango” la presentación es oscuro, es el 2003 y en el sonido
parece presente la depre que todavía pulula y renguea en la calle día a
día (seguida de la mishadura actual, donde cada vez que subís a la
Panamericana parece el cuento “Crash”, de J.G.Ballard, donde impera el
erotismo del accidente de tránsito). El sampleado acompaña y convive
con el violín y el bandoneón. Es la Buenos Aires gris, urbana… digital
y analógico, un sonido de presente, ritmado, como apoyo de los
instrumentos analógicos. En el siglo XXI, Buenos Aires añora “épocas
doradas”, imposibilitada de vivir en presente, atada al pasado. El
“Narcotango 2” sigue la misma tendencia, con sonidos de apariencia
similar, pero plagados de pequeñas texturas, de transitares entre
instrumentos. Menos oscuro, más melancólico. El esquivo amante de la
mujer de Bajofondo circula con pies gastados por una Buenos Aires de
calles rotas, de múltiples torres en construcción. Romeo ya no espera
en San Juan y Boedo antiguo y busca el fantasma de Julieta.
El electrotango, tango fusion, o como se lo llame tiene un futuro incierto aun. Pero, como siempre, las categorías son sólo eso, categorías. Como toda regla, están hechas para romperse y siempre tienen problemas con los elementos que encuadran a la fuerza por aproximación (“Supervielle” es milonga, tango, candombe, todo junto, etc). En definitiva, las formas puras no existen. En el ritmado sampleado encuentro el violín, el bandoneón, el teclado, una voz femenina ronca y sensual o la de una masculina distorsión quejosa (como en Tango Crash); pastiche, como el porteño, aunque lo niegue.